ENFOQUE ÉTICO
En los últimos 50 años, la
preocupación por la calidad del ambiente se ha extendido a los ámbitos
políticos, sociales y científicos, de tal forma que ya no se discute la
existencia del cambio global del ambiente y la posibilidad de una catástrofe
ecológica debida a problemas ambientales como la reducción de la capa de ozono,
el calentamiento del planeta, el cambio climático, la destrucción de la
biodiversidad y la contaminación del aire, la tierra y el agua. Más por lo
contrario, la crisis ambiental se constituye en el signo de una nueva era
histórica.
La degradación ambiental está
enraizada en determinados aspectos de la conducta humana como son el
crecimiento de la población, el consumo indiscriminado y la falta de
conservación y protección de los recursos naturales existentes (González, 2002;
Leff, 2006). Por lo tanto, los numerosos problemas ambientales son, en esencia,
problemas conductuales, sociales y culturales.
Figura 1. Evolución de la calidad ambiental.
Reflexionar acerca de la
actitud que tiene el hombre con relación al ambiente es uno de los temas de
nuestra época y no lo podemos eludir. La ética ambiental es una reflexión sobre
el comportamiento humano con relación al ecosistema y su intervención en los
procesos naturales. Es la relación que recupera al ser y abre la historia al
futuro sustentable (Leff, 2006). Sin embargo, un cambio cultural no se produce
de la noche a la mañana, es un proceso que se gesta paulatinamente, que puede
verse acelerado por acontecimientos históricos, pero que en definitiva, tarda
en cristalizarse.
La solución a la
problemática ambiental está en el cambio de la conducta de los grupos y de las
organizaciones y en las decisiones que puedan ir tomando los diferentes países a través de políticas
de control del crecimiento de la población, del uso eficiente de los recursos e
incluso de cambios en los estilos de vida, en las prácticas culturales y en los
valores basados en la opulencia y en el consumo material (Oskamp, 2000).
Considerando que no puede
existir una dimensión material en la solución de los problemas del ambiente sin
una dimensión moral que le sirva de sustento que, no sólo están en peligro las
especies animales y vegetales y los paisajes naturales, sino también las
especies morales, tales como los valores de solidaridad, el patriotismo
planetario, etc., los culturales y los existenciales tales como la tendencia a
la renovación del gusto por la vida, la iniciativa y la creatividad (Ros
y Gouveia, 2001).
Es necesario, reorientar aquellas actitudes que apuntan al desequilibrio ambiental.
ENFOQUE FILOSÓFICO
La Tierra con todos sus
componentes tanto vivos como inertes presenta un equilibrio ecológico que sus
mismas fuerzas se han encargado de mantener en su justa medida mediante
reacciones naturales que el mismo hombre ha calificado de desastres. No
obstante el hombre ha sido la especie de mayor capacidad de modificación e
impacto sobre tal equilibrio, el agente más destructivo de la historia
biológica de la Tierra.
El deterioro ambiental
global debido a los diferentes problemas, como la superpoblación, la
contaminación y la destrucción de los recursos naturales, que comprometen la
salud de los ecosistemas y del planeta en su conjunto, está siendo provocado
por la relación que los seres humanos han establecido con el ambiente a lo
largo de su historia.
La historia humana nos da
cuenta de culturas anteriores que modificaban con sus acciones el ambiente. En
un principio cuando la especie humana luchaba por sobrevivir, la Naturaleza se
mostró indistintamente despiadada y protectora, suscitando actitudes de temor a
lo desconocido y de veneración por representar la base y sustento de la vida, pero conforme el hombre
se fue imponiendo sobre las demás especies se establece una distancia
psicológica frente al ambiente pasando a ser considerado como fuente inagotable
de recursos que aportan dominio sobre la Naturaleza y sobre los propios seres
humanos (González, 2002).
El hombre con su
inteligencia y la tecnología desarrollada ha triunfado sobre la naturaleza
mostrando un poder de adaptación incomparable. Su evolución intelectual y
tecnológica lo ha conducido a un egoísmo sin precedentes, provocando cambios en
los ciclos naturales, en los ecosistemas y en las relaciones que los seres
vivos establecen entre sí.
Es urgente reconocer la
compleja y sutil red de interconexiones que vinculan la vida humana a los
sistemas naturales, de manera que permitan modificar nuestras creencias y
percepciones más básicas en un sentido que provoquen cambios en nuestras acciones
y conducta individual (Goleman, 2009). Es importante entender que alterar el
equilibrio ecológico es un crimen contra el futuro, que la riqueza de la
humanidad reside también en su diversidad, que debe protegerse en todas sus
facetas: cultural, biológica, filosófica y espiritual.
ENFOQUE SOCIOLÓGICO
La
crisis ambiental ocurrida durante los últimos siglos y sobretodo en la segunda
mitad del siglo XX ha sido provocada por la tecnología, la economía, la
demografía, las instituciones y la cultura. No obstante, aunque el sistema
económico internacional podría ser compatible con la preservación del medio ambiente, sin
embargo la utilización y consumo de los recursos que se hace en el sistema de
mercado ha promovido valores y conductas de beneficio inmediato que son
incompatibles con los bienes medioambientales, sociales y colectivos a largo
plazo (Vlek, 2000).
A
partir primero de la revolución agrícola y después de la revolución industrial
las representaciones del conjunto de la sociedad sobre la Naturaleza empezaron
a cambiar desde una visión organicista basada en la armonía, el intercambio y
la supervivencia a una visión de dominio y transformación, donde “la naturaleza
se convertía en objeto de observación y manipulación para que, creando orden en
ella, pudiera servir eficazmente a los intereses de la humanidad” (González,
2002, p. 8). Todo ello unido a la naciente economía de mercado y a los procesos
productivos que consideraban a la Naturaleza y a los recursos naturales y
humanos como meras mercancías para obtener beneficios, fueron provocando el
consumo abusivo de los recursos y la generación de residuos y contaminantes
difícilmente soportables por los ecosistemas.
Zelezny
et al. (2000), refieren que las consecuencias más claras de la crisis ambiental
empezaron a hacerse sentir en la segunda mitad del Siglo XX, lo que unido a la
eclosión de los movimientos sociales, a la crisis energética y a la creciente
atención de los medios de comunicación sobre los temas ecológicos, dieron lugar
a una clara preocupación por el ambiente y una amplia concienciación ecológica
en los sectores sociales.
En
concreto, la preocupación sobre la calidad del ambiente, como motivación humana
para la puesta en marcha de conductas, emerge desde los valores humanos, desde
la interacción ser humano- ambiente y
desde las creencias en la capacidad personal para reducir o evitar los daños que supone el
deterioro del ambiente. Por lo tanto, la solución a la problemática ambiental
no se puede reducir a una receta moral, sino que requiere una reforma social;
ya que la preocupación por el ambiente está extendida ampliamente en todos los
grupos sociales (García y Real, 2001).
Figura 2. Preocupación y concienciación
ambiental.
Referencias
Bibliográficas
Goleman, D. (2009). Inteligencia
ecológica. Barcelona, España.: Kairós.
González, L. A. (2002). La
preocupación por la calidad del medio ambiente.
Un modelo cognitivo sobre la conducta ecológica. Tesis Doctoral.
Universidad Complutense de Madrid. Madrid. España.
Leff, E. (2006). Complejidad,
racionalidad ambiental y diálogo de saberes. I Congreso internacional
interdisciplinar de participación, animación e intervención socioeducativa. Barcelona - España.
Ros, M. & Gouveia,V. V. (2001).
Psicología social de los valores: una perspectiva
histórica. Madrid, España.
Zelezny, L.
C., Chua, P. P. & Aldrich, C. (2000). Elaborating on gender differences in
environmentalism. Journal of Social
Issues, 56(3), 443-457.
García, M.
R. & Real, D. E. (2001). Valores, actitudes y creencias:
hacia un modelo predictivo del ambientalismo. Medio ambiente y comportamiento humano, 2(1), 21-43.