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sábado, 11 de abril de 2015

CALIDAD AMBIENTAL


ENFOQUE  ÉTICO
En los últimos 50 años, la preocupación por la calidad del ambiente se ha extendido a los ámbitos políticos, sociales y científicos, de tal forma que ya no se discute la existencia del cambio global del ambiente y la posibilidad de una catástrofe ecológica debida a problemas ambientales como la reducción de la capa de ozono, el calentamiento del planeta, el cambio climático, la destrucción de la biodiversidad y la contaminación del aire, la tierra y el agua. Más por lo contrario, la crisis ambiental se constituye en el signo de una nueva era histórica.
La degradación ambiental está enraizada en determinados aspectos de la conducta humana como son el crecimiento de la población, el consumo indiscriminado y la falta de conservación y protección de los recursos naturales existentes (González, 2002; Leff, 2006). Por lo tanto, los numerosos problemas ambientales son, en esencia, problemas conductuales, sociales y culturales.

Figura 1. Evolución de la calidad ambiental.
Reflexionar acerca de la actitud que tiene el hombre con relación al ambiente es uno de los temas de nuestra época y no lo podemos eludir. La ética ambiental es una reflexión sobre el comportamiento humano con relación al ecosistema y su intervención en los procesos naturales. Es la relación que recupera al ser y abre la historia al futuro sustentable (Leff, 2006). Sin embargo, un cambio cultural no se produce de la noche a la mañana, es un proceso que se gesta paulatinamente, que puede verse acelerado por acontecimientos históricos, pero que en definitiva, tarda en cristalizarse. 
La solución a la problemática ambiental está en el cambio de la conducta de los grupos y de las organizaciones y en las decisiones que puedan ir tomando  los diferentes países a través de políticas de control del crecimiento de la población, del uso eficiente de los recursos e incluso de cambios en los estilos de vida, en las prácticas culturales y en los valores basados en la opulencia y en el consumo material (Oskamp, 2000).
Considerando que no puede existir una dimensión material en la solución de los problemas del ambiente sin una dimensión moral que le sirva de sustento que, no sólo están en peligro las especies animales y vegetales y los paisajes naturales, sino también las especies morales, tales como los valores de solidaridad, el patriotismo planetario, etc., los culturales y los existenciales tales como la tendencia a la renovación del gusto por la vida, la iniciativa y la creatividad (Ros y Gouveia, 2001). Es necesario, reorientar aquellas actitudes que apuntan al desequilibrio ambiental.

ENFOQUE FILOSÓFICO
 La Tierra con todos sus componentes tanto vivos como inertes presenta un equilibrio ecológico que sus mismas fuerzas se han encargado de mantener en su justa medida mediante reacciones naturales que el mismo hombre ha calificado de desastres. No obstante el hombre ha sido la especie de mayor capacidad de modificación e impacto sobre tal equilibrio, el agente más destructivo de la historia biológica de la Tierra.
El deterioro ambiental global debido a los diferentes problemas, como la superpoblación, la contaminación y la destrucción de los recursos naturales, que comprometen la salud de los ecosistemas y del planeta en su conjunto, está siendo provocado por la relación que los seres humanos han establecido con el ambiente a lo largo de su historia. 
La historia humana nos da cuenta de culturas anteriores que modificaban con sus acciones el ambiente. En un principio cuando la especie humana luchaba por sobrevivir, la Naturaleza se mostró indistintamente despiadada y protectora, suscitando actitudes de temor a lo desconocido y de veneración por representar la  base y sustento de la vida, pero conforme el hombre se fue imponiendo sobre las demás especies se establece una distancia psicológica frente al ambiente pasando a ser considerado como fuente inagotable de recursos que aportan dominio sobre la Naturaleza y sobre los propios seres humanos (González, 2002).
El hombre con su inteligencia y la tecnología desarrollada ha triunfado sobre la naturaleza mostrando un poder de adaptación incomparable. Su evolución intelectual y tecnológica lo ha conducido a un egoísmo sin precedentes, provocando cambios en los ciclos naturales, en los ecosistemas y en las relaciones que los seres vivos establecen entre sí.
Es urgente reconocer la compleja y sutil red de interconexiones que vinculan la vida humana a los sistemas naturales, de manera que permitan modificar nuestras creencias y percepciones más básicas en un sentido que provoquen cambios en nuestras acciones y conducta individual (Goleman, 2009). Es importante entender que alterar el equilibrio ecológico es un crimen contra el futuro, que la riqueza de la humanidad reside también en su diversidad, que debe protegerse en todas sus facetas: cultural, biológica, filosófica y espiritual.

ENFOQUE SOCIOLÓGICO

La crisis ambiental ocurrida durante los últimos siglos y sobretodo en la segunda mitad del siglo XX ha sido provocada por la tecnología, la economía, la demografía, las instituciones y la cultura. No obstante, aunque el sistema económico internacional podría ser compatible con  la preservación del medio ambiente, sin embargo la utilización y consumo de los recursos que se hace en el sistema de mercado ha promovido valores y conductas de beneficio inmediato que son incompatibles con los bienes medioambientales, sociales y colectivos a largo plazo (Vlek, 2000).
A partir primero de la revolución agrícola y después de la revolución industrial las representaciones del conjunto de la sociedad sobre la Naturaleza empezaron a cambiar desde una visión organicista basada en la armonía, el intercambio y la supervivencia a una visión de dominio y transformación, donde “la naturaleza se convertía en objeto de observación y manipulación para que, creando orden en ella, pudiera servir eficazmente a los intereses de la humanidad” (González, 2002, p. 8). Todo ello unido a la naciente economía de mercado y a los procesos productivos que consideraban a la Naturaleza y a los recursos naturales y humanos como meras mercancías para obtener beneficios, fueron provocando el consumo abusivo de los recursos y la generación de residuos y contaminantes difícilmente soportables por los ecosistemas.
Zelezny et al. (2000), refieren que las consecuencias más claras de la crisis ambiental empezaron a hacerse sentir en la segunda mitad del Siglo XX, lo que unido a la eclosión de los movimientos sociales, a la crisis energética y a la creciente atención de los medios de comunicación sobre los temas ecológicos, dieron lugar a una clara preocupación por el ambiente y una amplia concienciación ecológica en los sectores sociales.
En concreto, la preocupación sobre la calidad del ambiente, como motivación humana para la puesta en marcha de conductas, emerge desde los valores humanos, desde la interacción ser humano- ambiente y desde las creencias en la capacidad personal para  reducir o evitar los daños que supone el deterioro del ambiente. Por lo tanto, la solución a la problemática ambiental no se puede reducir a una receta moral, sino que requiere una reforma social; ya que la preocupación por el ambiente está extendida ampliamente en todos los grupos sociales (García y Real, 2001).
Figura 2. Preocupación y concienciación ambiental.

Referencias Bibliográficas
Goleman, D. (2009). Inteligencia ecológica. Barcelona, España.: Kairós.
González, L. A. (2002). La preocupación por la calidad del medio ambiente.  Un modelo cognitivo sobre la conducta ecológica. Tesis Doctoral. Universidad Complutense de Madrid. Madrid. España.
Leff, E. (2006). Complejidad, racionalidad ambiental y diálogo de saberes. I Congreso internacional interdisciplinar de participación, animación e intervención socioeducativa. Barcelona - España.
Ros, M. & Gouveia,V. V. (2001). Psicología social de los valores: una perspectiva histórica. Madrid, España.
Zelezny, L. C., Chua, P. P. & Aldrich, C. (2000). Elaborating on gender differences in environmentalism. Journal of Social Issues, 56(3), 443-457.
García, M. R. & Real, D. E. (2001). Valores, actitudes y creencias: hacia un modelo predictivo del ambientalismo. Medio ambiente y comportamiento humano, 2(1), 21-43.